sábado, 13 de diciembre de 2014

Reflexión de una resaca de vino y jagger.

Cansada de espejismos, cansada de beber ríos y no saciar mi sed, cansada de piropos vacíos, de miradas furtivas, de sonreír para hacerme sentir bien, para hacerles sentir bien y después ahogarme en lágrimas que no salen.
Estoy harta de que se me infecten las heridas,de no poder parar el reloj en Cádiz, de no dar el perfil, de no entender la juventud, la humanidad, las ideas. De lavarme la cara con agua fría y ducharme con agua hirviendo, estoy cansada de no gritar, de gritar, de la mentira y de la verdad.

Cansada de las familias felices que se dicen barbaridades y se faltan al respeto, de abrazos que duelen, de la falsedad del mundo, de ancianos teniendo que manifestarse por vivir con dignidad, de las leyes sin justicia, de no ser ciega para poder vivir con ello, de las pastillas naranjas y azules, de personas que se hacen daño aún queriéndose como nadie.
Estoy harta de ver gente rota, de no amar bien, de no querer interpretar las señales, de mandar señales que no sirven.
Me niego a creer que todos tienen razón menos yo, que sé que voy al contrario que el mundo, pero el mundo es más bonito del revés y que todo lo que sé es gracias a que nunca interioricé ninguna idea ajena, todo lo aprendí de la Naturaleza, de mi naturaleza.

Muchas veces soy infeliz, pero también soy capaz de contemplar a los pájaros haciendo música con las alas en un día gris, ya sé que no está todo perdido, que en mi interior sigo estando yo y es todo lo que me basta, pero a veces se me hace tan difícil convivir en este planeta...
¿De qué sirve la paz con uno mismo si lo de afuera te atormenta?
¿De qué sirve amar si nadie sabe hacerlo?
¿De qué sirve odiar si todo alrededor es odio?



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