lunes, 29 de diciembre de 2014

Treinta y seis horas

Dos risas rimando al amanecer,
espectros del ron y la cerveza,
pasos descompasados y firmes hacia él.
Treinta y seis horas sin dormir
y soñando.

Ska y tambores,
en su pecho mis bailes,
en el mío, flores.
Sesenta horas bailando
y fumándonos.

En vez de palabras, balas.
En lugar de besos, metáforas.
Fuimos instantáneas con temporizador,
hojas balanceándose
mientras caen,
desconocidos unidos,
fuimos borrachos y locos,
deseo sin escarcha,
ateos con fe
y mensajes en las piedras.

Las yemas de sus dedos
contaban historias en mi espalda.
Me he vuelto ludópata
desde que empezaron las apuestas,
y qué dulces las derrotas.

El primer beso fue con sabor a despedida,
mientras mi interior le saludaba.

Eso de echarnos de menos
ya sabía que venía en el pack,
y enseguida pensé en escaparnos
y secuestrar al tiempo.
Yo viajo y tú me viajas,
ese fue el trato,
no imaginaba que
en poco tiempo
llegaría tan dentro.

Gritar canciones entre carreteras,
pelearnos en la playa
y acabar hasta el culo de arena,
practicar la cinefilia,
acariciarnos con saliva,
pasar de cero a cien en un segundo,
comernos el mundo.
Para qué engañarnos,
desde que soy la dama de nuestra República
sonrío un poco más.

Damos colores al viento,
subimos la marea,
como un libro abierto
por la página exacta
y sin letras.

Eh,
déjame darte un concierto
de sensaciones
con la guitarra desafinada,
serás mis acordes
y no hay partitura.
Vayamos a un recital de poesía
y seamos asonantes,
seamos anáforas.

Qué sola se tiene que sentir esa playa
sin nuestro eco,
el mar lleno de lágrimas
y cada vez más salado.
Dos despedidas
y sumando.















1 comentario:

  1. Cuando encuentras en pocas horas todo lo que ha de tomar una vida, ciertamente recuerdas y revives hasta los segundos.

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