viernes, 8 de abril de 2016

Flor del desierto

He vuelto a llorar
por no poder llorar.

Las lágrimas son oasis despistados
en un desierto que se antoja llano.

Las dunas me engañan
y no me dejan bajar,
qué bonito era cuando
se me metía toda la arena en la boca.

Ahora sólo puedo oler el aire fresco
sin captar el aire fresco.

Qué difícil es estar triste
un día feliz.
La enfermedad
se multiplica en un abrazo
que te deja respirar
cuanto más aprieta.

La gente que me quiere
me reconoce
que soy todo lo que no quiero,
y a la vez,
todo lo que la gente que quiero
no quiere de mí.
Eso me hace sentir bien,
al menos sigo siendo un atisbo.

Al menos
la gente que me quiere
aún me ve,
porque el cabrón del espejo
lleva semanas
dándome la espalda.
Pero ya lo arreglaré con él.

No le veo ninguna magia
a sonreír bajo este Sol,
pero tampoco lo evito.
Cede mi otro yo.

No hay nada,
por eso no exploto.

Mis brazos se mecen
entre corazón y Jazz,
párpados ligeros,
luz y descanso con baile.
Creo que puedo dar más,
creo que mis piernas
pueden doblarse ahora mismo
y dar una vuelta al mundo
sobre mi propio eje,
o el eje de mi latido en la tierra.

Llega el viento
y me desdibuja. Gracias.
Me doy cuenta
de que mi flor es azul y blanca,
se desdobla por mi tripa
y canta.







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