domingo, 10 de julio de 2016

Ignífuga

Llanto de risas cortadas por tornados de hiel y llamas.
La despedida es la muerte del momento.
Estar bien no es sonreír, sonreír no es estar bien.
No sonrío tanto como antes, estoy mejor.

Me he posado en más de una existencia frágil, para saber lo que es rendirse. La condena de saber levantarse caiga quién caiga.
Mi yo anterior llora, su pañuelo es la toalla con la que me seco ahora el sudor.

Hay gente que se cree que ya estoy muerta, cuando me lo hicieron creer a mí, comprendí que sólo eran inertes con inercias contrarias a mi esencia.
Estoy más viva que yo.

Me encuentro cada día frente a la ventana que me separaba de la realidad. Estoy apunto de despedirme de esta cruda existencia que me regalé. No grites. Me salvan y yo tardo en salvarme.
Sigo frente a la ventana, ya me habían sacado de aquí, y sigo aquí.
Este olor a quemado me resulta familiar, como cuando mi madre lloró porque se le quemaron las pizzas, creo que en realidad no lloraba por eso.
Ahora cobra un nuevo valor, el Fenix.
Todo ardió bajo mis pies, menos yo.
Mi alma ignífuga me regala viajes astrales a esa puta ventana, aún no me he salvado del todo.

Saltar de una ventana para vivir, todo lo contrario a mis planes anteriores y posteriores.

Si todas mis batallas son de mi tamaño, me abruma ser tan grande.

Casi caigo.

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