sábado, 21 de enero de 2017

Desde lejos

Ahora parece pequeño ese momento en tu adolescencia en el que todo empezó a cambiar, en el que nada tenía sentido, en el que te dabas cuenta de que tus padres no lo tenían todo bajo control, que eran humanos.

Ese primer momento en el que sentiste ganas de morir, ahora es minúsculo y otras cosas mucho más fuertes inundan tu vida hasta el cuello. Como siempre.

El sufrimiento es piramidal. Tus ganas de morir son mayores, pero tu resistencia a la contrariedad también ha crecido.

Parecen pequeños los mensajes que te llegaban desde la música, los que te hacían sentir menos soledad, que te hacían pensar que en algún lugar, alguien te entendía.

Ahora la mayoría de música que escuchas con un intento de profundidad, te parece vacía y populista, como leer tu zodiaco en el periódico.

Nada te consuela. Nadie te comprende. Como siempre.

Pero ahora es más grave. Como siempre.


Y sientes que no puedes albergar dentro de ti ni una gota más de dolor. Y siempre caen muchas gotas más, y siempre las albergas diciendo que no puedes más. Pero nadie escucha.

Dentro de unos pasos esto podría hasta ser un recuerdo feliz.

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