jueves, 14 de septiembre de 2017

Fuego ahogado soy

Fuego ahogado soy,
hija del huracán y del desierto,
nieta del mar del norte y de los olivos.

Mi reloj no es de arena, si no de sal,
mi lápida no es de roca, si no de algas,
mi hogar está hecho de lágrimas.

Me conocí en el destierro
de la tierra prometida.
Me escuché por primera vez
en el eco de un grito.
Me paran los pies
las raíces.

Veo figuras tétricas y oscuras por el día,
viven de mi soledad para abajo,
se alimentan de tristeza y lujuria,
yo me alimento de ellas.

Veo mística magia fluorescente por la noche,
vive de la realidad para fuera,
se alimenta de los límites de la mente,
yo me alimento de ella.

Tengo mucho más de lo que necesito,
me falta lo imprescindible.
Tengo todos los colores
menos los primarios.

A veces Dante y el Bosco me hablan en sueños,
tengo pedazos de Pizarnik y Baudelaire en la garganta.

Hay crisálidas de polilla en mi oído interno,
susurran los secretos de la esencia
entre canciones.
En el oído externo sólo hay mala praxis.

Crecí entre árboles y asfalto,
fui mejor amiga de la contradicción,
luego mi alma envejeció
y nunca supe el día de mi muerte.
Tampoco el de mi renacimiento.

Ahora he transcendido.

Fuego ahogado soy,
hija de mi muerte.











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