lunes, 9 de diciembre de 2019

Sanguijuelas

Ojalá no tuviera que hacer fuerza para que te quedaras,
se han secado todos los ríos de tinta
y la inspiración ahora tan sólo es un espejismo
en un desierto árido de palabras.
Ojalá no sintiera el abandono de mi madre después de cada adiós.

Siempre recuerdo aquel beso al salir de casa de mi abuela,
parecíamos sanguijuelas,
nos bebíamos sabiendo que algo nos iba a separar.

Suspiro.

No sé si este laberinto es tuyo o mío,
tan sólo me acabo de despertar
y entre el ruido de las obras y el que haces tú dentro de mí,
siento que no hay un puto silencio en el pentagrama.

Simplemente asimilo que ahora mi vida es ruido que no quiero escuchar,
lo dejo entrar como agua limpia, y que me contamine.

No quiero formar parte de mí,
no quiero formar parte de mí sin ti
y sé lo jodido que suena.

Pausa.

Aunque pensándolo bien el agua limpia soy yo
y tú eres el ruido.
Quizás me has hecho un favor no queriendo estar conmigo.
Ahora la soledad, a ratos, vuelve a parecerme un manjar,
como una sandía que muerdes, absorbes y echas los pipos.
Los pipos son los restos de ti en mí.
Creo.

Pasan horas.

Me has escrito que si nos vemos algún día
y aunque tengo el sistema de seguridad con alarmas y luces
y todo es un caos,
he decidido decir que sí.

En realidad, no lo he decidido, es lo que hay, quiero olerte.
Como una imbécil, quiero olerte para luego llegar a casa y llorar por ti,
porque es lo que va a pasar.
Y si lees esto no vas a querer quedar conmigo, así que espero que no lo leas.

Pienso.

Siento que me estoy desqueriendo en estas letras,
más aún si era posible.
Me veo a mí misma haciéndome daño a propósito,
como siempre,
y no hago nada al respecto,
como siempre.

Me encantaría estar escribiendo desde el amor propio
mirarme a un espejo que me gritase que puedo,
estar echándome crema y poniendo incienso.
Decirte que no y ponerme a besar a mi gato hasta que me sienta mejor.

Pero en lugar de eso estoy en esta maldita silla,
que no me gusta nada,
escribiendo en una postura que me hace daño en la espalda
para matar el mismo tiempo que no te mata a ti.


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