domingo, 14 de marzo de 2021

No estoy empoderada. Una historia sobre el TCA.

 Voy caminando por el pasillo de mi casa, como un preso en el corredor de la muerte. Me dirijo a la báscula, sé que hago mal, pero no sé por qué. Entro automáticamente en el baño, hoy he soñado que estaba encima de una báscula que cada vez me decía un peso distinto, pero todos muy por encima de lo que me "puedo permitir". Sigo enferma.

Peso lo mismo que estos últimos meses, lo mismo que antes de ayer. Pero me siento mal porque he merendado y luego he intentado hacer ejercicio para que "no cuente", pero me he cansado enseguida, me he sentido estúpida y he parado. 

La gente no entiende que un TCA puede joderte la vida tan en silencio que nadie se lo ve venir. Anoche hablaba con mi compañera de piso de estas nuevas pastillas que me han mandado para controlar mis impulsos autolíticos... vale, controlan los impulsos, pero son de las que más engordan de todo el mercado, una media de 5 kilos en un mes. Si yo ahora engordo un solo kilo se me va la vida. Se lo explicaba y me decía "ya pero si te van a venir bien, no tienes que pensar en si engordas, o no..." yo intentaba que entendiera que para mí es sanar una parte de mi enfermedad mental para empeorar mucho otra. Que si engordo y no soy capaz de restringir voy a acabar autolesionándome y odiándome igual. O peor.

Y no paro de pensar que el problema es que como, ¿cómo va a ser comer un problema para un humano? ¿por qué no me funciona el puto cerebro? Estoy tan obsesionada con la comida que cuando como estoy pensando si va a ser suficiente para conseguir no merendar ni cenar, y pensar eso toda la tarde me da hambre, al final cualquier imagen de comida en una serie, un anuncio, hace que no controle y acabe pegándome un festín de pobres. 

Me siento vacía cuando estoy llena. Y sé lo insano que es esto, pero pienso mucho en hace unos meses cuando había adelgazado tanto que todo el mundo me lo decía, hasta con ropa ancha me lo notaban. Y yo me sentía ligera. Pero también me temblaban las manos, esas que tanto me gustaba mirar porque se veían huesudas y jamás me había visto así. También perdí visión y se me caía el pelo... cuando me levantaba por las mañanas me daba vergüenza que alguien viese la almohada, o que me acariciasen el pelo y se llevasen mechones. Pero me tocaba todo el rato la tripa, para sentir lo plana que estaba. Ojalá pudiera tener esas piernecitas de alambre de una forma sana... Me doy envidia. Qué bien me quedaba la ropa, toda grande y ahora, siento que todo me aprieta, me agobia. Me pregunto cómo me quedarán esos vaqueros cortos que me ponía en verano que me quedaban holgados... no sé si quiero saber...

Y luego me las doy de empoderada, con todo este auto odio que se acumula sin cesar en la puerta de mí misma y que yo voy dejando entrar y engullo, mientras con orgullo muestro mi parte más vital y escondo bajo mi alfombra los restos, huesos y deshechos de mi propia falta de humildad. 

No estoy empoderada, si pudiera me cambiaría por otra. No estoy empoderada, odio ser mujer en esta sociedad. No estoy empoderada, he roto todos los espejos. El ego me consumió hace mucho, no me he liberado, no vuelo, no canto, no puedo.

Me caigo al suelo de mis pensamientos, no llego a la báscula en ellos, aunque en la realidad lo haya hecho. Todo desaparece, todo negro. Descanso de mí en posición fetal.



2 comentarios:

  1. ¡Levántate! El ego domina tu mente sintiéndote víctima.

    ¡Levántate! Cada vez que te sientas en modo víctima di en voz alta ¿CAMBIA!

    ¡Levántate! Tienes capacidades extraordinarias para sobrellevar cualquier cosa que te suceda.

    ¡Levántate! y comienza a cambiar la palabra CULPA por RESPONSABILIDAD.

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